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domingo, 14 de octubre de 2012

Hacemos un duro camino en busca de un horizonte divino.

Un bosque inmenso de esbeltos pinos nos dan la sombra necesaria.

El misterio nos llena el alma, apoderándose de nosotros con energía.

En el camino hay tramos fáciles, cómodos, tranquilos.

La precisa señalización nos ayuda a no perder la dirección adecuada.

Empinadas bajadas, que nos hacen caminar con precaución.

La hilera de frondosos chopos nos anuncia el curso del río antes de la última subida.

El río transparente refresca nuestro cálido camino.

Cruzamos el viejo puente, testigo de tantos caminantes intrépidos.

La subida nos sorprende con los encantos de la sierra maravillosa.

Llegamos a lo más alto, tan cerca del cielo.

Volvemos con la despedida de innumerables nubes.

El camino de vuelta tan bello, lleno de satisfacción.

Nos encontramos con un río más caudaloso fruto de los desembalses.

Un puente entre lo divino y humano ha unido nuestro duro camino.

Las empinadas rampas de subida en el regreso no restan belleza al magnífico bosque,

Una última mirada nos muestra la visión de un sueño hecho realidad.

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